“Estoy perdidamente enamorada de un
amor imposible y no existe remedio alguno, no existe cura para el mal de amor
sobre la faz de la Tierra entera” –murmuró la doncella- “el dolor, las penas,
la melancolía, todo se debe sobrellevar con las lágrimas, sintiendo a flor de
piel los abismos de la tristeza y cantándola en poesía, porque no existe
remedio cuando se ama lo imposible”.
De súbito, descendió desde el Olimpo,
vestida toda de tul, Afrodita Cipria, la que a las aguas remece, y le entregó
un frasco de cristal purpúreo diciendo: “He aquí, doncella, que me he
compadecido de tus suplicas y te entrego el remedio. Debes beber un sorbo del
frasco mágico que te obsequio y tu amor cesará en el acto, con todo el
sufrimiento que implica.”
La doncella tomó en sus manos el
frasco y lo contempló. Corrió con arrebato hacia la baranda de un antiguo
puente que cruzaba un río azul. Furiosa, lo lanzó al río, lo más lejos que
pudo, mientras cantaba al viento: “¿Sufrir eternamente o eternamente huir de lo
bello? Prefiero sufrir ante lo bello eternamente. Lo peor que puede ocurrirle a
un ser humano, aún peor que sufrir por amor, es no amar.”
No hay comentarios:
Publicar un comentario