miércoles, 25 de junio de 2014

Reminiscencia


Su intuición fue tan extraña que es difícil de describir. Fue como si estuviese a punto de recordar algo, pero no alcanzase a recordarlo; como si estuviese a punto de alcanzar un estado que había perdido. Entonces sintió una sensación muy extraña, como al cruzarse por nuestro camino un olor que nos recuerda alguna época remota y nos genera ensimismamiento, sacándonos fuera de nos e inspirándonos. Repentinamente, como si fuese un recuerdo pero sin serlo, su mente empezó a recrear una imagen. La imagen -que en realidad no era una imagen, pero que debe ser traducida de algún modo al lenguaje humano- era así:

<<Era durante un atardecer, entre la niebla, en medio de la penumbra, cuando de súbito apareciste tú, mi amor imposible, en una figura difusa. Me dijiste: “ven, acércate, te voy a contar un secreto”. Yo me acerqué y tú, lentamente, me susurraste algo al oído. De súbito toda mi realidad se desfiguraba y se transformaba: todo se comprendía y era claro. 

El mensaje no se puede traducir al idioma humano, pero intentaré realizar un acercamiento:

Me dijiste algo como: “¿Tú me amas? Mira detrás de ti, soy yo. Mira dentro de ti, soy yo. ¿No sabías quien era? Estoy en ti. ¿Me buscabas? Siempre me tuviste. Desde siempre aquello que has buscado fuera de ti es aquello que está dentro tuyo. Somos una persona y la misma y nos amamos desde siempre. Tú contemplas lo hermoso porque tú tienes lo hermoso. Somos aliadas en el amor.”>>

domingo, 8 de junio de 2014

Mal de amor



“Estoy perdidamente enamorada de un amor imposible y no existe remedio alguno, no existe cura para el mal de amor sobre la faz de la Tierra entera” –murmuró la doncella- “el dolor, las penas, la melancolía, todo se debe sobrellevar con las lágrimas, sintiendo a flor de piel los abismos de la tristeza y cantándola en poesía, porque no existe remedio cuando se ama lo imposible”.

De súbito, descendió desde el Olimpo, vestida toda de tul, Afrodita Cipria, la que a las aguas remece, y le entregó un frasco de cristal purpúreo diciendo: “He aquí, doncella, que me he compadecido de tus suplicas y te entrego el remedio. Debes beber un sorbo del frasco mágico que te obsequio y tu amor cesará en el acto, con todo el sufrimiento que implica.”

La doncella tomó en sus manos el frasco y lo contempló. Corrió con arrebato hacia la baranda de un antiguo puente que cruzaba un río azul. Furiosa, lo lanzó al río, lo más lejos que pudo, mientras cantaba al viento: “¿Sufrir eternamente o eternamente huir de lo bello? Prefiero sufrir ante lo bello eternamente. Lo peor que puede ocurrirle a un ser humano, aún peor que sufrir por amor, es no amar.”