jueves, 28 de agosto de 2014

La divina Safo




La poetisa escribe embriaga versos para una mujer, e imagina su silueta femenil tras los almendros. En la tenue línea que dibuja la penumbra ella delira y desfallece, como una flor deshojándose en las aguas del silencio. Oh, poetisa, ¿escribes versos para tu femenil amante? Y dibuja, y pinta, y canta, todo para su femenil amante. Y los árboles de manzana dan frutos y ella no piensa más que en su amada. Como una sibila, adivina entre el día y la noche a través de las nubes, para ver cuándo llegará ese ídolo claroscuro de sus ensueños. La poetisa, embriagada con los recuerdos fugases del Olimpo, con el vino invisible que destila del cuerpo etéreo de su ideal, con ese elixir que ciega la vista y abre el corazón, se entrega al placer de la poesía. Sus dedos largos como trazos, sus cejas delgadas y arqueadas, sus inmensos ojos y sus labios rojos como el carmesí reclaman su presencia. Desde la lejana isla de Lesbos escribe la lesbia enamorada, con la cabeza recostada sobre una pared, ida, en otro mundo. Desesperada invoca a los mares, clama a Poseidón, clama a Afrodita, clama a Atenea. Para ella los cabellos dorados de su áurea amante traslucen lo divino, todo su furor, y sus ojos como dos perlas de uranio, como dos planetas de las cimas celestes inhabitadas, y su amplia frente y su recta nariz, y su níveo rostro. Y las sandalias de oro de su amante, como ligeras flechas que vuelan en el aire, la atraviesan de estrellas e inflaman su pecho de lluvia. Y qué lindo peplo lleva su amada, como la luna cubierta por el manto de la niebla, pero ella no es semejante a la luna, sino semejante al sol, y más bella que las más bellas, más aún que la hermosa Helena de Troya. Y de pronto su amante de largos cabellos dorados como Apolo, el de la ancha lira, se le presenta montada sobre un reluciente caballo blanco de pura  raza, de pura  sangre, y ella, con el  casco de bronce  sobre  su  inteligente  cabeza, con  la espada  desenvainada y radiante como los furiosos rayos de Zeus tonante, canta versos a su amada: de sus labios brotan versos como rosas.

viernes, 15 de agosto de 2014

Sobre el amor




El amor es un rapto fugaz, que te transporta por un instante a otro mundo. Es el breve parpadeo de la noche, el ir y venir a la deriva en un mar atravesado por olas, el capullo naciente que no muere, el tenue aroma que se evapora en la distancia, escarbando entre los recuerdos olvidados que agitan el alma.

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El corazón es una cascada de sangre, cuyo cauce no tiene fin; y la música, la mano que toca sus heridas más profundas como las cuerdas de un arpa que suspira.

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El alma es una guarida oscura donde habita el amor más abrupto. El amor se desliza en silencio como una sombra y se enraíza lentamente en el corazón hasta hacerlo cautivo.