Extraño a mi amada
como el día extraña a la noche.
Canto como un colibrí enfurecido
bajo el sol de la lluvia.
Entierran los parpados mis sueños
y depositan en mi tumba una flor
como una constelación de estrellas.
¿Qué es, amada, una flor
sino una constelación de estrellas
en la ancha oscuridad del mundo?
Somos dos chispas que crecen juntas
faroles a lo lejos, faroles sin
vigía.
Un lazo rojo, una promesa furtiva,
unos labios y una eternidad.
Somos el mismo amor
de cuello dormido
oculto bajo las espinas de las
zarzas
que hieren nuestras manos
delicadas.
Besaré, cuando regreses blandiendo
las nubes
besaré esas manos
con mi boca deshecha en tu boca.
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